Quienes me leéis habitualmente me habréis "escuchado" decir que no soy nada partidario de esas cocinas en las que todo parece como recién sacado de un catálogo de cocinas, donde no hay nada a la vista, todo esta perfectamente recogido y es dificil deducir que allí se cocinó algo alguna vez. Al igual que me sucede con otras partes de la casa, necesito ver que una vivienda responde a su denominación, es decir, que esté "viva" y, sobre todo, que se vea vida en ella. Sé que hay muchos detractores del tipo de cocinas que a mí me gustan, aduciendo razones como la higiene, la limpieza, etc., pero es que yo no hablo de cocinas sucias o desordenadas, sino simplemente bonitas, personales, vivas.
La cocina que hoy os muestro, en un apartamento del neoyorquino barrio de Tribeca, creo que satisfará a los dos "bandos" en contienda, ya que, a pesar de tener cachivaches a la vista, estanterías vistas, numerosos elementos decorativos, es una cocina que transmite orden y limpieza. Me gusta especialmente porque a pesar de ser moderna, no tanto como para ser aséptica. Hay elementos que transmiten calidez como las sillas vintage de oficina en la barra de desayunos, las lámparas de estilo industrial, las baldosas metro o los elementos dorados (por ejemplo en la grifería) que imprimen elegancia y clasicismo.
Me gusta especialmente el pequeño comedor anexo, con un aire decididamente retro, que aporta un aire desenfadado y rupturista y rompe con la unidad del conjunto.
Procedencia de las imágenes y resto de la vivienda: Lonny