Ya sabéis lo que me gusta a mí la estética de loft neoyorquino: las paredes de ladrillo visto (aunque estén pintadas), los techos altos, el toque industrial, etc. Esa es una de las razones por las que me ha gustado este loft, situado en Brooklyn (¡como corresponde!), pero la principal es porque se trata de una vivienda cuyo interiorismo ha sido diseñado sin un plan decorativo predeterminado, a pesar de que es propiedad de dos diseñadores, uno de ellos de ropa y el otro de interiores.
Loren Daye y Jesse Rowe querían que su casa, más que de todo su saber profesional, fuera un muestrario de sus vivencias, de sus viajes, que derrochara personalidad, que no fuera un muestrario decorativo, sino de experiencias. Como ellos mismos afirman, su vivienda es fruto del azar, una amalgama acumulativa, una colección de momentos de su historia.
Y viendo las imágenes, damos fé de que lo han conseguido, porque en ellas se ve vida y, evidentemente, ¡buen gusto decorativo! ¿No estáis de acuerdo?
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